Trabajar en las grandes tecnológicas ya no es rentable, según las nuevas generaciones

Stiven Cartagena octubre 24, 2025

Durante años, ingresar en Google, Apple o Meta representaba un gran logro profesional para millones de entusiastas de la tecnología. Sin embargo, las nuevas generaciones ya no se entusiasman por llegar a estas corporaciones, priorizando la estabilidad laboral y un propósito claro por encima del prestigio tradicional.

Según la National Society of High School Scholars (NSHSS), los gigantes tecnológicos han caído drásticamente en el ranking de empleadores preferidos. Google, que ocupaba el primer puesto en 2015, ha descendido al séptimo lugar. Empresas como Spotify se desplomaron hasta la posición 26. En su lugar, hospitales e instituciones científicas lideran ahora las preferencias profesionales de los jóvenes.

Esta caída en empleabilidad refleja un cambio en las aspiraciones de las nuevas generaciones. El sueño tecnológico se tambalea ante una nueva realidad donde la seguridad laboral gana terreno. Lo antes era conocido como “el sueño de Silicon Valley”, cae ante una realidad de búsqueda de carreras estables y con un impacto social tangible. 

Aunque inicialmente prometía oportunidades, muchos jóvenes ahora la perciben como una amenaza para sus futuros empleos. Las mismas empresas que impulsan la IA son las que protagonizan despidos masivos. Esta volatilidad estructural es inherente al modelo, como explica Juan Gabriel Cepeda Mendez, Data Engineering Trainer, de Source Meridian durante un episodio de La Hora del Tech: “la velocidad es vertiginosa en las Big Techs. Para trabajar en una Big Tech tienes que estar en dos partes: o desarrollas producto o eres parte de consultoría”.

Microsoft, a pesar de batir récords de beneficios, ha ejecutado importantes recortes de plantilla. Amazon ha congelado contrataciones, mientras que Google incentivó salidas voluntarias. Esta realidad contrasta con la búsqueda de seguridad por parte de las nuevas generaciones, que observan cómo la automatización amenaza puestos antes destinados a graduados.

Una encuesta de Network Trends revela que el 76% de los jóvenes antepone la estabilidad laboral al salario. El dinero ya no es el principal motivador; prefieren empleos con un propósito social claro. La concepción del éxito ha evolucionado radicalmente, buscando un equilibrio que estas empresas no siempre ofrecen.

Por otro lado, un estudio de Deloitte indica que un tercio de los millennials y la Generación Z opta por no cursar estudios universitarios. Cuestionan el alto costo que implica hacer un pregrado y muestran escepticismo sobre su retorno a largo plazo. Mientras tanto, el aprendizaje autodidacta gana terreno, una vía que el mismo Cepeda Mendez experimentó: “A mí me gusta mucho investigar. Entonces, empecé a leer… curiosamente me llevó también al mundo del Big Data. No soy ingeniero de software. Ingeniero de automatización que por su cuenta fue aprendiendo programación”.

La oficina no es la moda. Las nuevas generaciones se formulan preguntas diferentes, así lo cuestionan en el estudio de la NSHSS. ¿Este empleo contribuye a la sociedad? ¿Permitirá una vida tranquila? ¿Existirá dentro de cinco años? La ética y la sostenibilidad profesional ganan relevancia frente al mero prestigio corporativo. 

Existe además una barrera perceptiva para el talento global. Para Hugo Rodríguez, Software Architect Team Lead de Source Meridian, la mentalidad juega un papel clave en la definición del empleo: “Nosotros a veces un poco, digámoslo, como que temerosos, creemos que competir con personas de otros países… del primer mundo es muy difícil”. Esta autopercepción limita las aspiraciones, a lo que se suma el misterio que rodea los procesos de selección. Rodríguez añade: “Eso era un misterio. Era como, ‘voy a mandar de cabeza allá y vamos a ver qué pasa’”.

Mientras los despidos masivos siguen creciendo, aumenta la contratación de talento en IA, donde Meta ofrece contratos millonarios. Esta migración de talento, impulsada por sumas exorbitantes, intensifica la polarización interna. Mientras, los recién graduados buscan coherencia y sentido en sus trayectorias, cuestionando la cultura corporativa. Rodríguez lo expresa crudamente: “Y para tirar una perla, o de pronto no te gusta lo que te ofrece la Big Tech a nivel de cultura, pero necesitas más plata. También, sí, así es la vida”.

La promesa inicial de la nube, que simbolizaba la modernidad, también muestra sus fisuras. Juan Gabriel Cepeda Mendez dice que: “La promesa que tenía la nube era yo te quito todo eso de encima… Y ¿qué pasa con el precio de mis máquinas? Pues tenías que andar comprando máquinas a cada rato”. Esta complejidad técnica se veía agravada por la opacidad. “Y es que son muy protectoras, muy secretas… como cliente era como una caja negra mágica”, recuerda. Este hermetismo generó una inevitable fricción. “Y pues ahí empezó el choque. Una parte muy tradicional y una parte muy moderna de la gestión”, señala Cepeda Mendez, describiendo la transición que muchas empresas enfrentaron.

En este nuevo panorama, las grandes tecnológicas, antaño faros de innovación, parecen convertirse progresivamente en parte del pasado. Un cambio generacional está reconfigurando el mercado laboral, priorizando el bienestar y el impacto sobre el brillo vacío. El futuro del trabajo se escribe con nuevas reglas, donde la transparencia y el propósito superan a la mera escala corporativa.

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